No solamente comprenden más especies que todo el resto de los animales que viven en la tierra, sino que el número de individuos rebasa también por mucho al de cualquier otro grupo animal existente.
Se han descripto al menos 800.000 especies, y los entomólogos creen que quedan por descubrir otras tantas o más.
Los insectos viven dentro y sobre las aguas dulces "dulceacuícolas", por lo menos durante parte de su vida, y también en aguas saladas, como ser lagunas y se los encuentra en aguas termales.
Pero la inmensa mayoría de ellos se encuentra sobre la tierra firme.
Viven en las ciénagas, junglas, y desiertos; se los encuentra en zonas templadas, en los rigurosos climas alpinos y en los climas artificiales de las casas.
En definitiva, los insectos se encuentran por doquier.
Es raro que incluso las casas con mejores condiciones higiénicas se vean enteramente libres de insectos, aunque pueden pasar inadvertidos, ya que algunos se hallan fuera de la vista de las personas y devoran en silencio el mobiliario y todo lo que encuentran para alimentarse, ocultándose durante el día en las rejillas o hendiduras para salir sólo en la oscuridad.
Mucho antes que el hombre, o que el más humilde de los mamíferos, apareciera sobre la tierra, los insectos estaban ya muy bien establecidos y se habían ambientado y adaptado al medio de vida, resolviendo los problemas de la subsistencia y de la reproducción.
Lo más interesante que se demostró del comportamiento de algunos insectos es el grupo denominado "insectos sociales" que, al contrario que la mayoría de las especies, viven en grupos organizados, cada uno de los miembros desempeña una función especializada y tienen estructuras corporales diferentes a las de los demás.
Por lo dicho, no es errado concluir que los insectos seguirán sobre la faz del planeta, adaptándose al recalentamiento global, modificando su metabolismo ante la contaminación, y haciéndose resistentes a los agroquímicos creados por el hombre con el sólo fin de subsistir.
Ejemplo que debería seguir nuestra raza humana.
Pero, considerando las consecuencias que estos traen a nuestra calidad de vida y sabiendo que muchas de las plagas son vectores de enfermedades, algunas más severas que otras, nuestra misión es saber controlarlas.
Hoy en día no alcanza con realizar rutinas de pulverizaciones y colocación caprichosa de cebos.
Debemos capacitarnos permanentemente, clasificar las especies y saber formular correctamente.
El manejo de los agroquímicos debe de estar en manos capaces y cuidar honestamente el medio ambiente.
